Kuitca 86 en el MALBA: arquitectura emocional, pintura como escena
- Nika Seniora

- 22 mar
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 31 mar

Hasta el 16 de junio de 2025, el MALBA presenta Kuitca 86. De Nadie olvida nada a Siete últimas canciones, una exposición que conmemora los 50 años de la primera muestra de Guillermo Kuitca y celebra una de las etapas más intensas y poéticas de su obra: los años 80. El foco está puesto especialmente en el año 1986, momento bisagra donde el artista consolidó una gramática visual profundamente singular, atravesada por la intimidad, el drama y la arquitectura del vacío.

Desde sus inicios, Kuitca tejió vínculos con el teatro, la música y la arquitectura. No es casual que muchas de sus obras se lean como escenografías donde algo acaba de suceder… o está por suceder. Camas “solitarias”, escenarios vacíos, mapas sin coordenadas ni leyendas. Espacios que hablan de cuerpos sin mostrarlos.
En sus primeras obras había figuras humanas. Las camas pasaron a ser los verdaderos protagonistas. En ellas está el cuerpo sin estarlo. Son objetos cargados de biografía, deseo, descanso, pérdida. Como escribió alguna vez Doris Salcedo, “hace visible el espacio interno de las cosas”.

En lo pictórico, la muestra es un despliegue de grises, negros y líneas de fuga que generan profundidad, perspectiva y tensión. Kuitca pinta desde una mirada cenital, como un director que observa su escena desde lo alto, ordenando los elementos con precisión quirúrgica. Las formas arquitectónicas (plantas de teatros, escaleras, habitaciones) no son meros registros técnicos: son dispositivos para narrar la ausencia, para traducir emociones en estructura.

La última obra de la muestra, Kuitca 86 (2024), no representa su espacio actual de trabajo, sino una reconstrucción sensorial del momento en que creó las obras del pasado. Una maqueta tridimensional que condensa libros, comida, guitarras, camas, zapatos y botellas. Todo cubierto por una pintura que lo invade, como si el recuerdo, la historia y la materia compartieran la misma textura.

¿Y por qué en el MALBA? Porque es un museo que entiende el arte como archivo sensible y mirada política. Y Kuitca, con su obra cargada de silencios, duelos y fugas, se inscribe ahí con fuerza.

Recomiendo ir con la mente abierta y una libretita. Anotar lo que resuene, lo que incomode, lo que no se entienda. Kuitca no busca explicar. Propone. Y cada visitante completa la escena.
Ir, mirar, anotar, volver.
Porque lo que deja Kuitca no se agota en la sala: queda latiendo en algún rincón propio. Como una escena sin cerrar. Como una cama vacía.




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